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jueves, julio 10, 2025

Trump desafía a la inteligencia y tensa la escena internacional con su cruzada contra Irán

La insistencia del presidente estadounidense en la «destrucción total» del programa nuclear iraní, pese a los informes que lo contradicen, agrava el conflicto regional y erosiona la credibilidad internacional de Washington.

Soldecanarias.net / Redacciòn

Mientras las brasas del último ataque aéreo estadounidense sobre instalaciones nucleares iraníes aún humean, Donald Trump ha vuelto a sacudir el tablero internacional con una retórica que ignora los propios informes de inteligencia de su gobierno. En una comparecencia en La Haya, durante la cumbre de la OTAN, el presidente estadounidense aseguró que el programa nuclear iraní había sido “destruido” el pasado domingo, contradiciendo abiertamente al informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), que minimiza el impacto real del ataque.

Según el informe clasificado filtrado a medios estadounidenses, la mayoría de las centrifugadoras permanecen intactas en instalaciones subterráneas, y el uranio enriquecido habría sido trasladado antes del bombardeo. Es decir: el programa nuclear iraní sigue vivo, pese a las afirmaciones de Trump y de sus altos cargos, como el secretario de Estado, Marco Rubio, o el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quienes elevaron el discurso con declaraciones alarmistas.

Más allá de las palabras, lo que preocupa es el rumbo que toma la política exterior estadounidense en Oriente Medio. Trump, quien ha hecho de la confrontación una marca personal, parece dispuesto a reactivar la tensión militar con Teherán en pleno periodo de frágil tregua entre Israel e Irán. El ataque del domingo, justificado como una “acción preventiva”, no ha hecho más que radicalizar posturas en Teherán, donde el Parlamento aprobó este miércoles la suspensión de la cooperación con la agencia atómica de la ONU (OIEA), en una votación unánime entre gritos de “muerte a EE.UU.” y “muerte a Israel”.

Una nueva era de opacidad nuclear

El cierre de filas del Parlamento iraní ha sido inmediato y contundente. Además de suspender la colaboración con la OIEA, ha reiterado su intención de continuar enriqueciendo uranio con fines “civiles”. Pero el mensaje es inequívoco: Irán se aparta aún más del marco de control internacional, se distancia de los canales diplomáticos, y lo hace en un contexto donde el paradero de al menos 408 kilos de uranio enriquecido al 60% sigue siendo un misterio.

Rafael Grossi, director general del OIEA, ha reconocido que no tienen acceso a las instalaciones y que Irán no ha aclarado qué hizo con sus reservas de material nuclear altamente sensible. La comunidad internacional, por tanto, se enfrenta a un escenario de oscuridad total sobre uno de los programas nucleares más controvertidos del mundo.

La doble moral de Occidente

La reacción de Washington también deja en evidencia la inconsistencia de su postura internacional. Mientras insiste en evitar la proliferación nuclear en Irán, guarda silencio sobre el arsenal nuclear no declarado de Israel, una crítica que expertos como Roxane Farmanfarmaian, de la Universidad de Cambridge, no dudan en subrayar. Esta doble vara de medir alimenta la narrativa iraní de “defensa legítima” y fortalece a los sectores más duros del régimen.

Al mismo tiempo, decisiones como el bloqueo del estrecho de Ormuz aprobado por el Parlamento iraní y aún pendiente de aplicación podrían tener consecuencias catastróficas para la economía global. Por allí transita cerca del 20% del comercio mundial de petróleo y gas. Si Irán cumple su amenaza, el precio del crudo podría dispararse y desencadenar una nueva crisis energética.

El riesgo de la escalada sin estrategia

El mayor peligro de esta situación es la falta de una estrategia coherente. Trump parece más interesado en exhibir fuerza que en consolidar resultados diplomáticos. Su amenaza de volver a atacar “si hay indicios” de actividad nuclear es una peligrosa apuesta por la política del “ojo por ojo”, que no solo no detendrá el programa iraní, sino que lo empujará aún más hacia la clandestinidad y la radicalización.

A diferencia de su primera presidencia, esta “versión 2.0” de Trump se presenta aún más beligerante, con un equipo de seguridad nacional ideológicamente alineado con la doctrina del enfrentamiento directo. Las opciones diplomáticas se reducen, y con ellas, también el margen de maniobra para la comunidad internacional.

Una tormenta que puede salirse de control

La crisis con Irán no es solo una cuestión de misiles y uranio. Es una prueba de fuego para el multilateralismo, la coherencia en la política internacional y la capacidad de frenar una escalada que podría arrastrar a toda la región. La retórica de Trump, basada en percepciones más que en hechos, y la respuesta hostil de Teherán crean un cóctel explosivo donde cualquier chispa puede ser el inicio de un conflicto a gran escala.

El mundo no puede permitirse otro error de cálculo. Ni Irán ni Estados Unidos. Porque, esta vez, las consecuencias serían demasiado altas para todos.

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