Por Mohamed Jamil Derbah, consejero del primer ministro de Guinea-Bisáu. Es urgente una intervención eficaz y despolitizada para salvar vidas y proteger a los menores migrantes.
Soldecanarias.net / Adeje
La creciente crisis migratoria que afecta a Canarias y otras regiones de Europa no es solo un desafío logístico o político; es, ante todo, un testimonio del sufrimiento humano y de nuestra incapacidad colectiva para abordar un fenómeno predecible y profundamente humano. Desde mi experiencia en contextos internacionales y como observador de la desesperación que impulsa estas travesías, no puedo sino reclamar una intervención más eficaz y menos politizada, enfocada en salvar vidas y proteger a los más vulnerables: los menores migrantes.
El drama de los invisibles
Los menores no acompañados que llegan a Europa son víctimas de condiciones extremas en sus países de origen: pobreza estructural, violencia y falta de oportunidades. Para ellos, cruzar el océano es la única alternativa a una vida sin futuro. Sin embargo, lo que encuentran al llegar dista mucho de ser el refugio esperado.
Las condiciones en las que Canarias, con recursos limitados, intenta atender a más de 5.200 menores reflejan una crisis humanitaria agravada por la falta de solidaridad de otras regiones españolas y el silencio de muchas voces en Europa. Cada niño y adolescente representa no solo una vida que merece ser protegida, sino también una oportunidad para que las democracias europeas demuestren su compromiso con los derechos humanos.
La politización: un obstáculo moral
El estancamiento político en España, con comunidades autónomas negándose a asumir responsabilidades y partidos extremistas utilizando la inmigración como moneda de cambio, es una traición a los valores que deberían guiar las decisiones de cualquier Estado comprometido con la justicia. Mientras los líderes discuten, miles de vidas quedan suspendidas en un limbo administrativo y emocional, atrapadas entre la incertidumbre y el desamparo.
Un llamado a la acción solidaria
Por tal motivo como conocemos el peso del exilio forzado, hacemos un llamado a Europa y a España a actuar con urgencia y responsabilidad:
- Establecer una solidaridad efectiva: La carga de la migración no debe recaer exclusivamente en las regiones de frontera. La responsabilidad debe repartirse equitativamente entre todas las comunidades y Estados.
- Priorizar a los menores: Estos niños y adolescentes necesitan protección inmediata, con programas especializados que aseguren su seguridad, educación e integración.
- Abordar las causas raíz: La cooperación internacional debe centrarse en generar oportunidades en los países de origen, reduciendo la necesidad de migrar mediante inversiones en desarrollo, educación y seguridad.
Un deber ineludible
La migración no es un problema exclusivo de África o Europa. Es una cuestión global que exige respuestas éticas y coordinadas. Ignorar el sufrimiento de quienes cruzan el Atlántico es renunciar a nuestra humanidad. Si no somos capaces de proteger a los menores que han arriesgado todo para llegar a nuestras costas, estaremos fallando como sociedad y como comunidad internacional.