El encuentro en Busan abre una nueva etapa de cooperación entre las dos mayores potencias del planeta, con compromisos para rebajar aranceles y liberar el comercio de minerales estratégicos.
Soldecanarias.net / Redacciòn
En un encuentro decisivo celebrado en la ciudad surcoreana de Busan, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de China, Xi Jinping, lograron un acuerdo que marca un punto de inflexión en la relación entre ambas potencias. La reunión, que se extendió por casi dos horas, concluyó con una serie de compromisos orientados a aliviar la guerra comercial y tecnológica que durante años había tensionado los mercados globales.
Entre las medidas acordadas, destaca la decisión de China de suspender temporalmente las restricciones a la exportación de tierras raras y otros minerales críticos, esenciales para la industria tecnológica y energética mundial. A cambio, Washington reducirá los aranceles impuestos sobre una amplia gama de productos chinos, lo que representa un respiro para las cadenas de suministro internacionales y para los consumidores en ambos países.
El pacto también incluye el compromiso chino de retomar las compras de productos agrícolas estadounidenses, un gesto que busca reequilibrar la balanza comercial y ofrecer estabilidad al sector rural de Estados Unidos. Además, se estableció un canal directo de comunicación económica y tecnológica entre ambos gobiernos para evitar nuevas escaladas o malentendidos en el futuro.
Fuentes diplomáticas cercanas a la negociación señalaron que el ambiente del encuentro fue sorprendentemente cordial, reflejando una voluntad política renovada de cooperación. El entendimiento entre Trump y Xi se interpretó como un intento de estabilizar las relaciones bilaterales en un momento de incertidumbre global y desaceleración económica.
La noticia fue recibida con optimismo en los mercados internacionales, donde los principales índices bursátiles registraron subidas inmediatas. Los analistas consideran que este acuerdo puede marcar el inicio de una etapa de “competencia gestionada”, en la que ambas potencias buscarán coexistir sin recurrir a presiones comerciales o tecnológicas extremas.
Aunque el pacto no resuelve todas las disputas estructurales como la competencia por los semiconductores o el control de las cadenas de suministro, se percibe como un primer paso tangible hacia una mayor estabilidad internacional. La diplomacia económica vuelve así al centro del tablero global, con un mensaje claro: la cooperación sigue siendo posible incluso entre rivales estratégicos.


