Washington impone medidas contra las grandes petroleras rusas, que Moscú considera un “acto hostil”. La tensión pone fin a la etapa de entendimiento entre ambos líderes y abre un nuevo capítulo de incertidumbre en la relación entre las dos potencias.
Soldecanarias.net / Redacciòn
Durante meses, Donald Trump había jugado al límite con las advertencias a Rusia. Amenazaba con sanciones, pero las posponía, insinuaba dureza sin llegar a aplicarla. La relación entre el presidente estadounidense y su homólogo ruso, Vladímir Putin, se había convertido en un fenómeno político y mediático: una mezcla de afinidad personal, pragmatismo energético y cálculo estratégico. Sin embargo, el aparente idilio ha sufrido su primera gran crisis.
La Casa Blanca anunció esta semana un paquete de sanciones dirigidas contra las principales compañías petroleras rusas, alegando “prácticas desleales en los mercados internacionales de energía” y la “continua injerencia” de Moscú en procesos electorales occidentales. Las medidas afectan directamente a Rosneft y Lukoil, dos pilares de la economía rusa.
La respuesta de Moscú no se hizo esperar. El Kremlin calificó las sanciones de “acto hostil” y advirtió de “consecuencias políticas y económicas graves”. Putin, visiblemente molesto, canceló una reunión bilateral prevista para noviembre y ordenó revisar los acuerdos energéticos con empresas estadounidenses. El gesto marca un punto de inflexión: tras años de cooperación informal y gestos de complicidad, la confianza mutua parece haberse evaporado.
El deterioro llega apenas dos meses después de la cumbre de Anchorage, en Alaska, donde ambos mandatarios se mostraron sonrientes y proclamaron el inicio de una “nueva etapa de entendimiento”. Aquellas imágenes, cuidadosamente coreografiadas, contrastan hoy con el clima de desconfianza.
Fuentes diplomáticas europeas ven en esta crisis una señal de que Washington busca recuperar su papel tradicional de contención frente a Moscú, mientras Rusia intenta reforzar su eje energético con China y Oriente Medio. “El equilibrio personal entre Trump y Putin nunca fue garantía de estabilidad geopolítica”, señala un alto funcionario de la UE.
El pulso entre ambos líderes se libra, en última instancia, en el terreno de los recursos energéticos. Con las sanciones, Estados Unidos busca debilitar la capacidad rusa de financiar su aparato militar y su influencia global, en un momento de máxima tensión por la guerra en Ucrania y los movimientos rusos en el Ártico.
Así, el ‘bromance’ político que alguna vez fue símbolo de pragmatismo entre Washington y Moscú se ha transformado en un enfrentamiento abierto. Y en la diplomacia internacional, las amistades, como los intereses, rara vez son eternas.
