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viernes, noviembre 14, 2025

Fallece Mario Vargas Llosa, arquitecto de la novela moderna en español y defensor del pensamiento libre

El Nobel de Literatura muere a los 89 años en Lima, dejando una obra monumental marcada por la rebelión individual, la crítica política y una devoción inquebrantable a la literatura

Soldecanarias.net / Redacciòn

Mario Vargas Llosa, uno de los mayores exponentes de la literatura en lengua española y último galardonado con el Premio Nobel entre los escritores hispanohablantes, ha fallecido a los 89 años en Lima, Perú, acompañado por su familia. Así lo han comunicado sus hijos, quienes han destacado que “su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores alrededor del mundo, pero esperamos que encuentren consuelo en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera”.

Con su muerte, se cierra un capítulo irrepetible de las letras hispanoamericanas. Vargas Llosa fue mucho más que el autor de novelas ya canónicas como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral o La fiesta del Chivo. Fue un intelectual combativo, un pensador lúcido que se movió con convicción entre la ficción literaria y la tribuna pública, desde donde defendió, durante más de medio siglo, una visión del mundo basada en el liberalismo individual y la libertad de pensamiento.

De Emma Bovary a Zavalita: la literatura como espejo

Pocos escritores vivieron la literatura con tanta entrega. Vargas Llosa no solo escribía novelas: las habitaba. En su célebre ensayo La orgía perpetua (1975), confesó haber leído Madame Bovary seis veces entre 1956 y 1975. Esa obsesión por Flaubert no fue una anécdota, sino una brújula. A diferencia de otros gigantes del «Boom», como García Márquez o Cortázar, cuyo talento también se nutría de lo popular, Vargas Llosa era esencialmente un narrador clásico, que aspiraba a transformar la experiencia humana en un arte pulido y total.

Para él, la literatura era una forma de comprender la vida, y sus novelas fueron espacios donde exploró las contradicciones del alma humana frente a sistemas opresivos, ya fueran militares, religiosos, ideológicos o sociales. La ciudad y los perros revelaba el horror autoritario en una escuela militar. Conversación en La Catedral cuestionaba, a través de su célebre frase “¿En qué momento se jodió el Perú?”, la corrupción moral y política de su país. La fiesta del Chivo fue una disección implacable del totalitarismo caribeño.

Un rebelde que creyó en el individuo

Desde joven, Vargas Llosa coqueteó con la izquierda, y militó en el Partido Comunista peruano. Pero pronto sus inquietudes morales chocaron con los dogmatismos revolucionarios. Fue un temprano defensor de la Revolución Cubana, pero rompió con Fidel Castro tras la represión a los disidentes y la censura a los escritores. El caso Padilla, en 1971, fue su punto de inflexión: desde entonces, se convirtió en uno de los más claros y valientes críticos del autoritarismo en todas sus formas.

Ese desencanto lo llevó a abrazar el liberalismo como doctrina filosófica y ética, y no como alineación política. A menudo incomprendido, insistió en que no era un hombre de derechas, sino un defensor de las libertades individuales frente a cualquier colectivismo asfixiante. Su paso por la política activa, como candidato a la presidencia de Perú en 1990, fue breve pero revelador: perdió ante Alberto Fujimori, pero demostró que el intelectual también podía aspirar a transformar el mundo real, no solo a interpretarlo.

Entre Galdós y García Márquez: el novelista que no dejó de escribir

Hasta el final, Vargas Llosa siguió escribiendo. En 2022 publicó La mirada quieta (de Pérez Galdós), un ensayo que enlazaba su obra con la del gran realista español. En 2023 lanzó Un bárbaro en París, un homenaje a su adoración juvenil por la cultura francesa. Su obra es, en última instancia, una conversación continua con la tradición literaria, de Flaubert a Galdós, de Faulkner a Sartre.

Su relación con Gabriel García Márquez, su rival y espejo, fue tan literaria como humana. De amigos íntimos a antagonistas irreconciliables, ambos personificaron las dos grandes almas del Boom: el mágico realismo caribeño y el racionalismo andino. Vargas Llosa escribió sobre él Historia de un deicidio, y aunque nunca reconciliaron sus diferencias, sus obras se leyeron siempre en diálogo.

Un legado para el futuro

Mario Vargas Llosa fue un escritor que hizo de la rebeldía una forma de integridad. Sus novelas nos enseñaron que el poder corrompe, que el individuo tiene que defender su dignidad incluso a solas, y que la literatura no es un lujo, sino una herramienta para entender —y transformar— la vida.

En un mundo que a menudo parece reducirse a trincheras ideológicas, su figura desafía cualquier etiqueta simple. Fue polémico, sí, pero siempre coherente. Murió sin buscar homenajes ni ceremonias públicas, según su voluntad. Pero su obra, inabarcable y profundamente humana, será leída, discutida y admirada mientras haya lectores que crean en el poder de las palabras.

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