La política española, secuestrada por intereses partidistas, destruye a la clase media y ahonda en la precariedad social
Soldecanarias.net / Manuel. J. FG
La política española atraviesa una crisis de credibilidad sin precedentes, alimentada tanto por la irresponsabilidad de un gobierno sostenido por alianzas espurias como por la incapacidad de una oposición que parece más interesada en sobrevivir políticamente que en servir al país. El Gobierno de Pedro Sánchez, apoyado en una coalición frankensteiniana de retales políticos, ha puesto en manos de fuerzas abiertamente hostiles al proyecto común de España las decisiones más trascendentales para la nación.
En este escenario destacan socios como ERC, EH Bildu y Junts, cuyos líderes, Oriol Junqueras, Arnaldo Otegi y Carles Puigdemont, respectivamente, no esconden su desprecio hacia la idea de una España unida. Sus objetivos son claros: desgarrar el país desde dentro para avanzar en sus proyectos separatistas. Mientras tanto, Sánchez cede a sus demandas a cambio de votos que le permitan mantenerse en el poder, como quedó patente con la polémica ley de amnistía que beneficia a los responsables del procés catalán, deslegitimando así el principio de igualdad ante la ley.
No menos alarmante es la rehabilitación política que el gobierno ha concedido a Bildu, partido vinculado históricamente al entorno de ETA. La presencia de personas condenadas por terrorismo en las listas electorales de EH Bildu, lejos de ser un obstáculo, ha sido pasada por alto por un gobierno que no duda en tenderles la mano para aprobar presupuestos y garantizarse estabilidad parlamentaria. Esto no solo ofende la memoria de las víctimas, sino que representa una traición a los valores democráticos que deberían sustentar cualquier gobierno responsable.
Una oposición desdibujada
Por otro lado, la oposición, encabezada por el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, se ha mostrado incapaz de ofrecer una alternativa real y contundente. Feijóo, lejos de liderar una oposición firme, ha jugado con cierta ambigüedad, llegando incluso a tender la mano a Junts de Puigdemont en busca de apoyo para su investidura. Esta postura ha debilitado la credibilidad del PP, desdibujando sus críticas al gobierno y alejándolo de los ciudadanos que buscan un contrapeso efectivo al sanchismo.
Mientras tanto, Vox, liderado por Santiago Abascal, opta por una retórica incendiaria que, aunque conecta con un sector descontento de la población, no logra articular propuestas concretas que permitan un cambio estructural. Este vacío de liderazgo político alimenta un clima de desafección ciudadana que amenaza con fracturar aún más el tejido social.
El resurgir de Franco como cortina de humo
En medio de este caos, Pedro Sánchez ha resucitado deliberadamente el debate sobre Franco y el franquismo como una estrategia para desviar la atención de los escándalos de corrupción que acorralan a su gobierno y a figuras cercanas, incluida su propia familia. Este giro oportunista al pasado busca polarizar a la sociedad, desviándola de problemas más urgentes como la precarización laboral, la destrucción de la clase media y el alarmante incremento de la pobreza.
Los casos de corrupción, la opacidad en la gestión pública y las sospechas de favores a familiares y allegados han minado aún más la confianza en el Ejecutivo. En lugar de abordar estas cuestiones con transparencia, el gobierno opta por generar una narrativa que divida a los españoles, apelando a sentimientos históricos en lugar de rendir cuentas por su gestión actual.
Un llamado a la responsabilidad ciudadana
La ciudadanía no puede seguir siendo espectadora pasiva de este teatro político. Independientemente de las simpatías partidistas, es urgente que los españoles rechacen el sectarismo y exijan soluciones reales a los problemas que enfrenta el país. No se trata de seguir ciegamente a ningún partido como si se tratara de un equipo de fútbol, sino de entender que lo que está en juego es el futuro de una España cada vez más empobrecida y desigual.
El coste de esta política irresponsable lo pagan todos: la clase media, que se desmorona ante impuestos asfixiantes y salarios insuficientes; los más vulnerables, que ven cómo las ayudas se retrasan o desaparecen; y quienes aún tienen trabajo, pero no pueden satisfacer sus necesidades básicas. España necesita líderes que prioricen el bien común sobre sus intereses personales o partidistas, antes de que el abismo se convierta en nuestra realidad permanente.


