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jueves, noviembre 13, 2025

El espejismo de la indignación: una reflexión sobre la política y la responsabilidad global

Por Mohamed Jamil Derbah, presidente del Grupo de Comunicación Sol de Canarias y de Fuerza Canaria. Asesor internacional de países africanos

Soldecanarias.net / Adeje

Vivimos tiempos en los que la indignación parece haberse convertido en espectáculo. Los discursos encendidos de ciertos líderes políticos y las manifestaciones masivas organizadas alrededor de supuestas acciones contra dirigentes internacionales, que en realidad no cambian nada, muestran con claridad una paradoja inquietante: mientras denunciamos bloqueos, sanciones o intervenciones de otros, seguimos alimentando, comprando y sosteniendo económicamente a esos mismos actores que luego criticamos.

Es fácil señalar, criticar y levantar la voz frente a los medios o en redes sociales. Es fácil, incluso, movilizar masas y organizar protestas. Pero resulta mucho más complejo asumir la responsabilidad que nos corresponde como sociedad y como ciudadanos globales. No podemos ignorar que los recursos que compramos, los contratos de petróleo que firmamos, y la venta de armamento que autorizamos, fortalecen a los mismos gobiernos o líderes sobre los que luego expresamos nuestra indignación. Este vacío entre palabra y acción erosiona la credibilidad de los discursos políticos y pone en evidencia la fragilidad de nuestra coherencia ética.

La frustración de la sociedad no es gratuita. Es legítima cuando percibimos que las decisiones de quienes gobiernan parecen más preocupadas por la apariencia que por el impacto real de sus políticas. Sin embargo, caer en la descalificación permanente y en la indignación espectáculo no nos acerca a soluciones; nos aleja de ellas. Necesitamos entender que la política no es solo la arena de las acusaciones públicas, sino un espacio donde la estrategia, la coherencia y la responsabilidad global deben prevalecer.

Desde Canarias, desde nuestra experiencia en la comunicación y la cooperación internacional con países africanos y de otros continentes, vemos que el cambio es posible cuando se prioriza la construcción sobre la confrontación. Debemos exigir transparencia, sí, pero también responsabilidad. Debemos cuestionar los discursos huecos, pero al mismo tiempo proponer alternativas reales y sostenibles. La indignación debe transformarse en acción efectiva: en políticas de cooperación, en comercio responsable, en control de armamento, en apoyo a sociedades vulnerables, y en un compromiso que vaya más allá de la retórica y los titulares.

Es hora de reflexionar como sociedad: si queremos liderar con credibilidad y con resultados, debemos alinear nuestras palabras con nuestras acciones, nuestras denuncias con nuestras decisiones económicas y políticas. Solo así podremos romper el ciclo de la frustración colectiva y avanzar hacia un mundo más justo, donde la coherencia y la responsabilidad no sean una excepción, sino la norma.

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