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jueves, noviembre 13, 2025

El desgaste institucional como estrategia de poder

Pedro Sánchez y su ofensiva contra los pilares democráticos para perpetuarse en el Gobierno

Manuel J.F.G / Articulista

La historia reciente de España está siendo escrita bajo la sombra de una estrategia política que parece no tener más objetivo que la consolidación del poder a cualquier precio. Pedro Sánchez, lejos de gobernar para la ciudadanía, ha centrado sus esfuerzos en debilitar, desprestigiar y manipular los estamentos democráticos del país. Desde el desprecio al Poder Judicial hasta las maniobras para deslegitimar la figura del Rey, el líder socialista ha hecho de la confrontación su principal herramienta de supervivencia política.

El Rey en el punto de mira

El último episodio que ilustra esta táctica ha sido la decisión de invitar a Su Majestad Felipe VI a un acto de conmemoración de la muerte de Francisco Franco, una cita que, evidentemente, busca colocar al monarca en una posición incómoda. Sánchez pretende, con esta maniobra, forzar una narrativa que asocie al Rey con posiciones ideológicas extremas, al tiempo que fortalece su discurso de ser el único defensor del autodenominado «Gobierno de progreso».

Esta acción no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia sistemática para socavar la imagen de la monarquía. Desde sus primeras etapas como presidente, Sánchez ha utilizado un discurso ambiguo que, sin atacar directamente a la Corona, ha permitido que sectores de su coalición y sus aliados independentistas lo hagan sin consecuencias.

Ataques al Poder Judicial: una ofensiva sin precedentes

El Poder Judicial ha sido otro de los grandes damnificados en la agenda política de Pedro Sánchez. Su insistencia en reformar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para controlar su composición no solo ha despertado críticas nacionales, sino que ha generado preocupación a nivel europeo. Este ataque directo a la independencia judicial tiene como objetivo neutralizar cualquier órgano que pueda actuar como contrapeso al poder del Ejecutivo.

Además, la defensa pública de la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, ante acusaciones de posible comisión de delitos, refuerza la percepción de que Sánchez prioriza proteger a sus aliados sobre el respeto a la justicia. La instrumentalización de la Fiscalía como un brazo político del Gobierno es un ejemplo preocupante de cómo el Ejecutivo utiliza instituciones clave para consolidar su agenda.

Medios de comunicación: control y deslegitimación

Los medios de comunicación independientes tampoco han escapado de la estrategia de Sánchez. Mientras se asegura el control de los medios públicos y establece relaciones estrechas con grupos mediáticos afines, desprestigia y ataca a aquellos que no siguen su línea editorial. La polarización del discurso político ha encontrado eco en su relación con la prensa, donde las críticas son tratadas como ataques personales o conspiraciones contra el Gobierno.

El debilitamiento del pluralismo informativo representa un peligro para la democracia, ya que elimina la capacidad de los ciudadanos de acceder a información imparcial y contrastada. En su lugar, el Gobierno busca imponer una narrativa única que no tolere la disidencia.

Una estrategia de distracción

Todo esto sucede mientras los problemas reales de los ciudadanos permanecen sin solución. La inflación, la crisis habitacional, el deterioro de la sanidad pública y los retos energéticos quedan relegados en la agenda del Gobierno, que prefiere centrarse en perpetuar la confrontación política como cortina de humo.

Sánchez no gobierna; maniobra. En lugar de liderar, actúa como un estratega obsesionado con mantenerse en el poder, utilizando el desprestigio de las instituciones democráticas como herramienta. Esta deriva autoritaria recuerda a líderes populistas que han priorizado su supervivencia política por encima del bienestar de sus países.

España merece una política responsable

El desprestigio de los pilares democráticos de una nación nunca ha sido, ni será, una estrategia sostenible. España enfrenta enormes retos que requieren liderazgo, consenso y responsabilidad. Perpetuar el desgaste institucional solo aumenta la desafección ciudadana y pone en riesgo la estabilidad democrática que tanto costó alcanzar.

Es hora de que los actores políticos recuperen el sentido de Estado y trabajen por el bien común, dejando atrás tácticas divisivas que no hacen más que fracturar nuestra sociedad.

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