La invocación del artículo 122 del Tratado de la UE permitiría aprobar la emisión con mayoría cualificada, pero los países del norte frenan la iniciativa y advierten: “No va a ocurrir”.
Soldecanarias.net / Redacciòn
Bruselas vuelve a ser escenario de una de las batallas políticas más sensibles de la Unión Europea. Bélgica ha intensificado en las últimas horas su presión para imponer condiciones “ilimitadas” al uso de los activos rusos congelados y, al mismo tiempo, ha reactivado un debate que parecía enterrado: la emisión de deuda común europea mediante la activación del artículo 122 del Tratado de Funcionamiento de la UE, la cláusula de emergencia diseñada para situaciones excepcionales.
La propuesta, que ha comenzado a circular con discreción entre diplomáticos y altos funcionarios comunitarios, permitiría a los Estados miembros aprobar la emisión de deuda sin unanimidad, recurriendo a una mayoría cualificada. Se trataría de un atajo legal similar al utilizado durante la pandemia para el fondo Next Generation, aunque esta vez con un contexto político mucho más fragmentado y una resistencia abierta de varios socios.
Bélgica, donde se concentra una parte significativa de los activos rusos inmovilizados tras la invasión de Ucrania, sostiene que la UE debe ir más allá de los intereses generados por esos fondos y explorar fórmulas que permitan un uso más amplio para financiar la ayuda a Kiev y reforzar la autonomía estratégica europea. En ese marco, la deuda común reaparece como un instrumento clave para movilizar recursos a gran escala sin cargar exclusivamente el peso sobre los presupuestos nacionales.
Sin embargo, la reacción del bloque de países del norte con Alemania, Países Bajos, Austria y los Estados bálticos a la cabeza no se ha hecho esperar. Para ellos, el artículo 122 no puede convertirse en una puerta trasera permanente para mutualizar riesgos financieros. “No va a ocurrir”, resumen fuentes diplomáticas de este grupo, que consideran que la excepcionalidad no puede normalizarse y temen sentar un precedente difícil de revertir.
El debate revela una fractura cada vez más visible entre quienes apuestan por una integración fiscal más profunda como respuesta a la guerra y a la presión geopolítica, y quienes defienden la ortodoxia presupuestaria y la responsabilidad nacional. También pone de manifiesto el delicado equilibrio institucional de la UE, atrapada entre la urgencia política y los límites jurídicos de los tratados.
Por ahora, la iniciativa belga no pasa de ser un globo sonda, pero su sola aparición confirma que la discusión sobre los activos rusos y la deuda común está lejos de cerrarse. En un contexto de guerra prolongada en Ucrania y de crecientes necesidades de financiación, Bruselas vuelve a tantear los márgenes de lo posible, aun a riesgo de reabrir viejas heridas entre norte y sur.


